UN POCO DE POESÍA
      Esta breve selección contiene poemas de algunos de los mejores poetas contemporáneos en lengua castellana: Luis Alberto de Cuenca, E. Sánchez Rosillo, Antonio Colinas, Carlos Marzal, Vicente Gallego. El criterio utilizado para la elección no es otro que el de la claridad y sinceridad de los textos. Son versos modernos, transparentes, pero con la temática de siempre, por eso eternos.
      Es mi deseo acercaros a este género que lamentablemente, quizás, sólo leéis en el contexto academicista de las aulas del instituto y que muchas veces pierde su profunda esencia, precisamente, por pronunciarlo, explicarlo, obviarlo. La siguiente cita de Luis Alberto de Cuenca es ilustrativa de la intención que tengo:
        “Me gusta recordar que mi poesía suele gustarle a la gente que no lee poesía… Eso demuestra que la poesía puede y debe salir del ghetto, de las mafias y sectas, del malditismo. De su propia y tediosa iconografía”.
                      Antología consultada de la poesía española.
                                          El último tercio del siglo (1968-1998)
                                                    Colección Visor de Poesía


   Un relato escalofriante: El espíritu de la niña asesinada

      Poco tiempo después de que Sally y John se casaran decidieron comprar un bar de carretera en las afueras de una pequeña ciudad de Dallas, Texas. El bar había permanecido cerrado durante varias décadas porque la gente solía decir que se oían ruidos y se veían cosas extrañas. A Sally y a John pareció no importarles. A simple vista el local era frío como un campo de escarcha al amanecer y provocaba sensación de inquietud. Estaba viejo, la madera del suelo era húmeda y oscura. Su interior en penumbra transmitía tristeza como una cárcel abandonada, pero la ilusión de los jóvenes empañó la auténtica realidad.
      Cuando ya tenían todo preparado para abrir el mesón, Kevin, el empleado, empezó a ver fenómenos poco comunes: las sillas moviéndose un par de centímetros, risas de niña pequeña entre los muros… No les dio importancia, creyó que eran imaginaciones suyas. Una noche, poco después de cerrar el local, observó en una bandeja llena de gelatina lo que parecía la huella de una mano pequeña. A partir de ese día una presencia extraña inundó definitivamente el lugar.
     Con el paso de los días los sucesos misteriosos se repetían con más frecuencia y Sally decidió actuar cuanto antes para dejar de sufrir angustia y miedo constantes. Llamó a una médium.
      Era una mujer mayor de aspecto aterrador. Su imagen recordaba a las brujas de los cuentos, incluso su voz era penetrante, profunda como si sus palabras saliesen de una tumba. Ésta fue poco a poco revisando todas las habitaciones e intentando descifrar lo que se ocultaba entre aquellas sólidas paredes.
      Descubrió que había dos espíritus, uno de una niña de unos siete años y otro de un hombre de unos cuarenta años. Según explicó la siniestra señora, el espíritu de la niña era inofensivo, pero el del hombre era muy peligroso y agresivo. La médium intentó contactar con ellos en una especie de ceremonia macabra y reveló la verdadera historia: El hombre era el padre de la niña, dueño del antiguo burdel, ahora el Bar de Sally. En vida maltrataba, violaba y mataba a las mujeres que allí trabajaban. La niña, su propia hija, fue también una de las asesinadas. Sólo había una solución para volver a la normalidad: encontrar el cadáver de la niña y darle sepultura para que pudiese descansar.
      Días después procedieron a la excavación. Cuando ya llevaban más de dos horas cavando, a Sally le recorrió un escalofrío todo el cuerpo, el miedo que sentía erizaba sus pelos como si fuesen puntas clavadas en su piel. Aparecieron, entre los muros que daban al sótano, huesos, pelo, trozos de tela… Con gran pena llevaron a cabo su cometido: sepultar los restos de la pequeña.
      A partir de ese día no volverían a suceder hechos extraños en aquel lugar, pero John y Sally siempre tendrían presente el recuerdo del espíritu y el miedo en sus cuerpos provocando una sensación de inquietud y malestar.
                                                   Antía Hormigos 3º ESO B



La Regenta

Ana Ozores es una mujer virtuosa, imaginativa, insatisfecha y muy envidiada. Está casada conVíctor Quintanar, un hombre mucho mayor que ella, antiguo regente de la Audiencia. La Regenta busca caminos para huir del mundo mediocre y opresivo de la ciudad de Vetusta. La primera manera que encuentra es la práctica religiosa, ayudada por su confesor Fermín de Pas, el magistral, que siente por ella una pasión posesiva. Fracasada esta opción, se refugia en el amor adúltero de Álvaro Mesía, un donjuán provinciano, cínico y cobarde, que matará en un duelo a don Víctor y se marchará de la ciudad. Vetusta se escandaliza y, a la vez, se regocija: la envidiada Regenta por fin "ha caído".
A continuación un fragmento de la serie televisiva dirigida por Fernando Méndez-Leite.




DESCRIBIENDO AL NIÑO DE LA MINA

       Aquella fue la primera vez que lo vi. En la puerta de una mina se encontraba un niño delgado y pequeño apoyado en un muro más ruinoso que firme. Bajo sus pies se extendía una llanura llena de polvo. Era un paisaje árido, triste, gris…
         El niño tenía un pelo negro azabache, con manchas de polvo color grisáceo, como si de canas se tratase a pesar de su corta edad. Sus ojos eran rasgados y tristes, el reflejo de una sociedad sin esperanza, un día sin sol, una noche sin luna. Tenía la nariz chata. Su boca era pequeña formada por sus labios finos cuya expresión era la personificación de la tristeza. Llevaba una camiseta vieja y sucia, que además le quedaba grande pero dejaba ver sus piernas delgadas que cruzaba graciosamente. En las manos tenía una manzana demasiado verde como para comerla, y él estaba demasiado hambriento como para esperar a que madurase. Poco a poco fui descubriendo que era un niño adorable y muy inteligente. No era ambicioso, su única meta era sobrevivir. A pesar de tener que trabajar en el interior de una mina diariamente, era un niño inquieto, incansable. Demasiado agradecido con la vida aún con lo poco que ésta le había aportado.
       Aquel día decidí quedarme: a pesar del clima insufrible, de la pobreza siempre presente, de la nostalgia de mi familia… Era la primera vez que trabajaba en un proyecto humanitario. Ahora llevo ya veinte años. Quizá muchos no me entiendan cuando digo que he recibido más de lo que he dado.       
                                                                   Marta 4º ESO A